miércoles, 1 de agosto de 2012

lunes, 11 de abril de 2011

El hombre del paraguas tiene barba o bigote...

Fotografía: Lola Araque

Siempre ha estado ahí pero nadie había advertido su presencia. El hombre del paraguas tiene barba, es silencioso y discreto. Realmente suelta el paraguas casi todo el tiempo, tanto que parece no llevarlo nunca consigo. Aunque le gusta, jamás se pone el bombín en público, quizás por timidez, para no llamar la atención, de modo que es difícilmente identificable -precisamente lo que él quiere-. A simple vista puede parecer despistado pero es consciente en todo momento de lo que sucede a su alrededor. De hecho habita el espacio entre lo que puede suceder y lo que finalmente sucede, de manera que sin él en ese espacio las cosas serían de otra manera, quizás peores, con seguridad distintas.

Lleva camisa, normalmente de media manga. Está preparado por si hay que echar una mano (dar un consejo, coger sillas...). Silencioso. Su presencia tiene algo de inquietante: cuando llegas a algún sitio él ya está allí. No lleva bici, pero se desplaza de manera mágica por la ciudad (quizás vuela bajo un paraguas como Mary Poppins...). Cuando no es así, se mueve con inteligencia por las calles de Córdoba, podría llegar a cualquier sitio con los ojos cerrados. Camina levemente inclinado y siempre tiene preparada una sonrisa o un gesto amable cuando advierte tu presencia, aunque sea la tercera vez que te ha visto ese día. Ocupa el espacio con milimétrica discreción, con prudencia, con mesura...tanta que a veces parece que ya se ha ido cuando de repente aparece para solucionar algún imprevisto. Se acerca, apoya la palma de su mano en tu antebrazo para susurrarte con delicadeza cualquier cosa irregular que él ya ha visto y tú no. De repente desaparece del espacio y se oculta entre la gente de nuevo, en la sombra.

Le gusta el fútbol. Sorprendentemente, es del Madrid...quizás el único motivo que le haría discutir con alguien. Si fuera un jugador del fútbol no saldría en las portadas pero el equipo se derrumbaría sin su juego. Si tuviera que elegir entre poesía y fútbol le pondrías en un aprieto.

Le gusta pasar los domingos en familia. Lee el periódico con extremada tranquilidad y suele comentar la entrevista, el reportaje o el artículo que ha leído con verdadera pasión. Tiene una trabajada capacidad crítica. Un amante de la cultura y la literatura. Habla de poesía con verdadero conocimiento, aunque no lo reconocería nunca. Lo es que seguro es que no sería capaz de recitar un verso en público. Su prudencia se lo impide.

Siente cada verso, cada acto, como suyo. Si algo no sale como él esperaba, hay menos afluencia de la prevista...lo pasa mal. Es un tipo serio con su trabajo pero quizás simplemente porque pone amor en lo que hace. No se va a casa hasta que está seguro de que todo marcha de manera adecuada. Y entonces, cuando llega el momento de disfrutar el trabajo bien hecho, ya está pensando en cómo hacer las cosas el día siguiente.

Trabaja en 'la otra Cosmopoética', lejos de los micrófonos y las entrevistas. Sin embargo sin él nada sería igual... Es el hombre del paraguas.

'El hombre del paraguas' podría ser Javier Lucena, Manuel Pérez o Manuel Rueda. Su trabajo, su dedicación a Cosmopoética, su amor a la poesía...ingredientes indispensables para conseguir el éxito alcanzado por Cosmopoética8. GRACIAS...

Polifemo dixit...

domingo, 10 de abril de 2011

El vuelo


Fotografía de Lola Araque


La poesía queda. La poesía se queda en Córdoba siempre.


Galatea

El último verso

Sí. Había llegado el momento y aún no terminábamos de creernoslo. Eran las ocho de la tarde del 10 de abril y Marta Jiménez nos adelantaba lo ya evidente: que la lluvia de versos del último mes tocaba a su fin, que se acercaba el momento de poner el último verso. El hombre del paraguas estaba allí, como absorto, en el Alcázar de los Reyes Cristianos, abarrotado, presenciando la escena, disfrutando de la última gota de lluvia de un día soleado de la mano de la poesía de Coral Bracho, Charles Simic, Pilar Paz Pasamar, Cees Nooteboom y José Manuel Caballero Bonald.

"Esto que ves aquí no es. Alguien te oculta una pieza. Es el fragmento que da el dentido", se escucha en la voz de Coral Bracho. Por muchos fragmentos que intentemos recomponer, nunca se podrán materializar el sentido de todos estos días tan cósmicos, tan poéticos, en un acto. Coral nos devuelve algunos retazos de ella, de los caballos del caos, de su polvo de estrellas, del agua de medusas... Y "que caiga esa lluvia fina (...) que caiga sobre los muros, que los vaya borrando". A esas alturas, a Córdoba le quedan pocos excelsos muros, así, a lo gongorino, que no estén cubiertos de poesía.

Después pasábamos a las fábricas de máquinas desaparecidas, sin obreros, donde sólo quedaba una silla, la de Charles Simic, a cuyos poemas ponía voz en español Carlos Pardo a través de las traducciones de Martín López Vega. "Está tan oscuro que el fin del mundo debe de andar cerca", escuchamos. No tanto el fin del mundo pero... "Es que hay cosas en el mundo definitivamente indefensas" ¿Es la poesía una de ellas? De serlo, seguro que Cosmopoética se ha encargado de darle un poco más de valentía. "Queridos espectros, no me creo que estéis aquí". Sí, allí permanecíamos, atentos, ansiosos en parte.

Para Pilar Paz Pasamar, la poesía es ese sexto sentido que completa a los otros cinco. Es risueña, cariñosa, una mujer del sur, cálida, que celebra los encuentros con los amigos, que rinde homenaje a Góngora y a Córdoba, ciudad a la que tantos versos ha dedicado. Antes de comenzar con su lectura de poemas, pedía un aplauso para José Manuel Caballero Bonald: "Este senor se merece un aplauso porque yo le voy a dar un abrazo ahora mismo". Ella, que es una niña de posguerra, nos advierte que "al mar pequeño se va cantando".

Cees Nooteboom considera que cuando se lee poesía, no hay idioma en la que ésta no suene bien. Lo habíamos comprobado a lo largo de estos días. Él simplemente iba a aportar su pequeño trocito con versos en holandés. "Dios habla en holandés", bromea acerca de su poema "La primera foto de Dios". "La retórica del agua estalla sobre el dogma de piedras (...) Sólo el poeta sabe cómo acaba", concluía.

Finalmente llegaba el turno de José Manuel Caballero Bonald, invitado por primera vez a Cosmopoética. Marta Jiménez lo indicaba y le daba la bienvenida con un "ésta es su casa". Él comenzaba su intervención señalando que se iba a limitar simplemente a leer sus poemas, sin explicar nada acerca de ellos, para aprovechar el tiempo de que disponía, porque "no sé si es mejor pero es preferible". Todos cazamos el dardo al viento, "cosas así de simples y de soberbias", que podríamos decir recurriendo a uno de sus versos. Tras unos cuantos poemas, "una sombra cruzándose en la noche con mi sombra", y los aplausos.

Antes de que el último reducto cósmico y primaveral se disolviera, el alcade de la ciudad, Andrés Ocaña, dirigía a los allí congregados unas palabras. Hacía alusión a la estrecha relación entre Córdoba y la poesía y, lo más importante, daba las gracias y la enhorabuena a los 54 autores de 17 países diferentes que habían formado parte del cartel de Cosmopoética, a la organización, por su profesionalidad y su cariño -palabras muy acertadas- y a la ciudadanía cordobesa.

Abrazos, intercambios de miradas, choques de manos y guiños se sucedieron durante su intervención, porque tan sólo había dos reacciones posibles ante la inminente clausura: la de los que valoraban el éxito del festival, que alcanzaba entonces su punto culmen, y la de aquellos que lo veían desde dentro, que habían estado trabajando a pie de acto, aun antes de que los distintos proyectos tomaran forma, aquellos que habían sido Cosmopoética día a día. Por la cabeza de todos estos últimos pasó algo así como '¡lo hemos conseguido!', salpicado una intuida nostalgia por su ausencia.

Aplaudimos todos. Todos celebrábamos una edición más de Cosmopoética. El hombre del paraguas se abrochaba la gabardina.

Galatea


El penúltimo asalto del hombre del paraguas

Con el eco de la concesión del Premio Nacional de la Crítica a Juana Castro, se abría una nueva lectura en la Posada del Potro como penúltimo asalto del hombre del paraguas a la ciudad en esta octava edición de Cosmopoética. "Córdoba rezuma poesía y en abril más que nunca", rotunda afirmación con la que Francisco Carrasco daba el pistoletazo de salida a esta segunda lectura al sol, para la que los asistentes a la primera estábamos ya un poco más preparados.

Joaquin Pérez Azaústre, que todavía conserva en los labios el sabor del Premio de Poesía de la Fundación Loewe, comenzaba su intervención agradeciendo la "asistencia heróica con este calor". "Aún es pronto para volver a casa", dice Joaquín en Las Ollerías, pero el recorrido por la memoria que emprende en el libro y que, de alguna forma, perfilaba escuetamente en su lectura, después de pasar por "La casa azul", confluía en "El Puente Romano", que dedicaba a Pilar Paz Pasamar, por su cariño a los poetas cordobeses.

A Fatena al-Gurra, le hacían ya fotos antes de comenzar la lectura y sentarse a la mesa. Ella sonreía y confesaba "I feel like a movie star". Fatena es preciosa. Probablemente lleva siendo preciosa desde que naciera en Gaza hace 35 años, porque tiene un brillo especial en los ojos que es ya de por sí, sin necesidad de palabras, pura poesía, sensualidad. Si cierra los ojos, hay un eclipse de sol hasta que vuelva a abrirlos, podríamos decir acerca de ella ,parafraseando algunos de sus versos. Tras agradecerle de manera muy emotiva a Elena Medel su ayuda y cariño, pedía una minuto de silencio para todas las víctimas del mundo arabe. A ellos quería dedicarles sus poemas. La lectura de Fatena, más que lectura, suponía una interpretación del poema a través de la fuerza del rostro. Blanca Andreu, que se ocupaba de la lectura de los poemas en castellano, adelantaba ya, antes de acometer su labor, que era imposible aportar más matices de los que ya lanzaba Fatena con su voz. Su canto terminaba en un susurro.

Con valter ugo mãe pasábamos al portugués. Un poeta polifacético nos relevaba la complejidad de lo sencillo con una poesía intimista, que para hablar del amor o de la ausencia del mismo recurre a elementos cotidianos. Escuchamos hablar de la estrechez del amor de una forma muy natural: "decidimos comernos el amor, porque el hambre era mucha y el amor un desperdicio" o algo así como una prescripción médica: "Comerse el amor proporciona salud, pensamos". Al llegar al poema titulado "Gordo y calvo", el público se rió y se giró inmediatamente para mirarlo. Pero no. No era gordo. Calvo sí (o casi). Él mismo se invoca dentro del poema de la siguiente forma: "Eres un tipo raro, valter ugo". Sin embargo, lo que desató mayores carcajadas fue la instituida como "la máquina de hacer españoles, la máquina que transformase españoles en portugueses".

Blanca Andreu personificaba la elegancia de la voz de una mujer que comenzó siendo una gran joven poeta pronto y que ahora disfruta del poso de la quietud. "Así somos nosotros (...) como ángeles, como campanas junto a la piel del cielo", dice en uno de sus poema acerca de los poetas. "En sus ojos la creacion lee sus derechos", se lee en uno de sus poemas. Sí, en los de Blanca.

Francisco Carrasco nos presentaba a un Fabián Casas que distaba mucho de como nos lo presentaban en la Biblioteca Municipal central el pasado viernes. Ésta, con un carácter más celebrativo, remontaba la comicidad demoledora de la del viernes. Sin embargo, Fabián Casas se apresuraba a asegurar que él es un "depresivo demoledor". Muy conteto por la experiencia de estos días, daba las gracias a sus compañeros, a la organización y hacía mención al look enviadiable, modernísimo, de Fruela Fernández, Carlos Pardo y Curro Bernier. También a Arturo, de la organización, que se parece a Brad Pitt, y a las chicas lindiíimas."¿Alguien dudaría entonces de que yo también soy el genio feliz de esta familia?", pregunta en alguno de sus poemas. Por nuestra parte, nadie lo duda.

Después de la lectura, llegó el momento de asimilar el hecho de que algunos compañeros, poetas, se marchaban ya, a primera hora de la tarde o de inmediato. Comenzaron a verse las primeras despedidas, los primeros abrazos e intercambios de direcciones de correo electrónico y números de teléfono. Pero al hombre del paraguas aun le quedaba el último asalto y las horas estaban contadas...


Galatea

En la playa de Pauline

Puntualidad máxima, extrema. A las 23.31 apagaban las luces de la Sala Orive y a las 23.32 salían ellas al escenario, ambas con pantalones y camiseta negra. Pauline en la playa son Mar y Alicia. Tras doce años de trayectoria, han conseguido consolidarse en el panorama independiente del pop, un pop un poco más exquisito, de ese que se baila en locales pequeños con copas de vino tinto. Desde Gijón, nos traían la cadencia del mar, acompañadas por un multiinstrumentita que hacía que sus manos recorriesen el teclado, el saxo y la flauta. "Vas a entrar en órbita", le dijeron, al verlo rodeado de instrumentos en su pequeño espacio del escenario, casi como una nave espacial. Luces rojas marcaban el ambiente de una Sala Orive de nuevo llenísima, pero de un público que se mantuvo en silencio, respetuoso, y ellas lo elogiaron.

Mar y Alicia fueron alternando canciones de amor y desamor de manera equilibrada, armoniosa, de manera que todo el conjunto quedó como suele suceder casi siempre en la vida, con un toque agridulce y un punto de surrealismo. El saxo ponía ese toque distinto que hace exquisito el pop independiente de las hermanas Álvarez.

Entre otras, pudimos escuchar eso "Menuda torpeza y van tres, lo peor de esta vez es que me he enamorado. Y resulta que el tipo es un pez, concretando me ha dicho que es un cetáceo y ya ves..." El público celebraba la elección del repertorio. Fueron alternando canciones de sus primeros discos con las del último, 'Física del equipaje'. A lo largo de la actuación humo risas, bromas... Se colaron anécdotas y algún que otro despiste en cuanto a la canción que tocaba interpretar. Ellas confesaron que se les había hecho cortísimo, porque estaban muy a gusto.

Poco más de una hora para que un corazón redondo que rueda y rueda y se escurre y cae al suelo, como dice su canción, fuera recorriendo los ojos de los asistentes para, al final, recomponerles un poco por dentro, porque las hermanas Álvarez son candor, ternura encima del escenario.

Llegó el final del concierto y se despidieron deseando regresar pronto a Córdoba, "cuando ya seais Capital Cultural Europea", precisaron, y el público estalló en aplausos. Se retiraron del escenario y volvieron a aparecer para regalarnos un par de temas más: 'Mis muñecas', la canción que decidieron ceder en su día a 'Nosoträsh', y 'Coplas de un iconoclasta enamorado'. Con ésta última querían rendir homenaje al grupo 'Vainica Doble'. Aplausos, más aplausos y un público arremolinado a la salida para hacerse con unas chapitas del disco terminaban de componer la instantánea de esta irrupción de playa en medio de Córdoba.

A la playa de Pauline uno no acude a naufragar, sino a abandonarse.

Galatea