domingo, 27 de marzo de 2011

De granate y negro, viento, cuerda y percusión

Góngora tocaba la bandurria y la guitarra. A menudo buscaba en los instrumentos la cadencia de los versos. Esta mañana los versos comenzaban en alguna rama del Jardín Botánico con 'Florecen versos'. Más tarde llegarían a la música pero antes hacían un recorrido sensorial por el lado más natural de la palabra. Ésta se colaba por el olfato, por los ojos. Los rayos del sol sacudían el pelo mientras sonaba Lorca, mientras sonaban tantos otros. Las flores habían encargado a los versos acariciar de cerca. Después, ellos, por sí solos, habían cogido impulso para expandirse, cruzar la ciudad, doblar las esquinas, sortear las plazas, los turistas, hasta deterse en la Plaza de las Cañas. Tomar aire. Seguidamente, cruzar el mercado y subir las escaleras para hacerse con una silla en medio del centro Cívico Centro- Corredera.


La sala estaba repleta. Multitud de ojos apuntaban hacia delante, hacia las doce manos que componen el grupo 'Cinco Siglos' y que rendían homenaje a 'Góngora entre los músicos de su tiempo'. Las notas conseguían transportarnos hasta el ambiente popular y cortesano en el que nos imaginamos a Góngora. Resulta delicioso pensar que las mismas notas se colaban por la ventana mientras él se encerraba con sus 'Soledades'. La flauta se encargaba de transportar los olores mientras que a los pies les entraban ganas de dar saltitos y bailar.

No dijeron nada. No se coló en el espectáculo ni una palabra. Con la música era suficiente. De vez en cuando, ante el aclamo del público, se levantaban, inclinaban la cabeza y asentían. Madres, padres, novias, abuelas, hermanos, primos y demás personajes desconocidos aplaudían intensamente y tomaban fotos. 'Glosas sobre la Folía de España', 'Gallarda y Corrente', Dança llamada la Españoleta'... Y aplausos largos, de los que duran minutos. Tras la actuación, se retiraron emocionados. Continuaban los aplausos y volvieron a salir a escena. Volvieron a tocar. Hubo más aplausos.

Cinco siglos a doce manos, de granate y negro. Quedaban los aplausos mientras bajaba las escaleras. Apreté fuerte los ojos y me mordí el labio. Deseé con todas mis fuerzas que su música hubiera sido un presagio y, de repente, el tiempo hubiera dado un salto atrás. Encontrarme con Góngora en la Plaza de las Cañas...

Galatea


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