domingo, 10 de abril de 2011

El penúltimo asalto del hombre del paraguas

Con el eco de la concesión del Premio Nacional de la Crítica a Juana Castro, se abría una nueva lectura en la Posada del Potro como penúltimo asalto del hombre del paraguas a la ciudad en esta octava edición de Cosmopoética. "Córdoba rezuma poesía y en abril más que nunca", rotunda afirmación con la que Francisco Carrasco daba el pistoletazo de salida a esta segunda lectura al sol, para la que los asistentes a la primera estábamos ya un poco más preparados.

Joaquin Pérez Azaústre, que todavía conserva en los labios el sabor del Premio de Poesía de la Fundación Loewe, comenzaba su intervención agradeciendo la "asistencia heróica con este calor". "Aún es pronto para volver a casa", dice Joaquín en Las Ollerías, pero el recorrido por la memoria que emprende en el libro y que, de alguna forma, perfilaba escuetamente en su lectura, después de pasar por "La casa azul", confluía en "El Puente Romano", que dedicaba a Pilar Paz Pasamar, por su cariño a los poetas cordobeses.

A Fatena al-Gurra, le hacían ya fotos antes de comenzar la lectura y sentarse a la mesa. Ella sonreía y confesaba "I feel like a movie star". Fatena es preciosa. Probablemente lleva siendo preciosa desde que naciera en Gaza hace 35 años, porque tiene un brillo especial en los ojos que es ya de por sí, sin necesidad de palabras, pura poesía, sensualidad. Si cierra los ojos, hay un eclipse de sol hasta que vuelva a abrirlos, podríamos decir acerca de ella ,parafraseando algunos de sus versos. Tras agradecerle de manera muy emotiva a Elena Medel su ayuda y cariño, pedía una minuto de silencio para todas las víctimas del mundo arabe. A ellos quería dedicarles sus poemas. La lectura de Fatena, más que lectura, suponía una interpretación del poema a través de la fuerza del rostro. Blanca Andreu, que se ocupaba de la lectura de los poemas en castellano, adelantaba ya, antes de acometer su labor, que era imposible aportar más matices de los que ya lanzaba Fatena con su voz. Su canto terminaba en un susurro.

Con valter ugo mãe pasábamos al portugués. Un poeta polifacético nos relevaba la complejidad de lo sencillo con una poesía intimista, que para hablar del amor o de la ausencia del mismo recurre a elementos cotidianos. Escuchamos hablar de la estrechez del amor de una forma muy natural: "decidimos comernos el amor, porque el hambre era mucha y el amor un desperdicio" o algo así como una prescripción médica: "Comerse el amor proporciona salud, pensamos". Al llegar al poema titulado "Gordo y calvo", el público se rió y se giró inmediatamente para mirarlo. Pero no. No era gordo. Calvo sí (o casi). Él mismo se invoca dentro del poema de la siguiente forma: "Eres un tipo raro, valter ugo". Sin embargo, lo que desató mayores carcajadas fue la instituida como "la máquina de hacer españoles, la máquina que transformase españoles en portugueses".

Blanca Andreu personificaba la elegancia de la voz de una mujer que comenzó siendo una gran joven poeta pronto y que ahora disfruta del poso de la quietud. "Así somos nosotros (...) como ángeles, como campanas junto a la piel del cielo", dice en uno de sus poema acerca de los poetas. "En sus ojos la creacion lee sus derechos", se lee en uno de sus poemas. Sí, en los de Blanca.

Francisco Carrasco nos presentaba a un Fabián Casas que distaba mucho de como nos lo presentaban en la Biblioteca Municipal central el pasado viernes. Ésta, con un carácter más celebrativo, remontaba la comicidad demoledora de la del viernes. Sin embargo, Fabián Casas se apresuraba a asegurar que él es un "depresivo demoledor". Muy conteto por la experiencia de estos días, daba las gracias a sus compañeros, a la organización y hacía mención al look enviadiable, modernísimo, de Fruela Fernández, Carlos Pardo y Curro Bernier. También a Arturo, de la organización, que se parece a Brad Pitt, y a las chicas lindiíimas."¿Alguien dudaría entonces de que yo también soy el genio feliz de esta familia?", pregunta en alguno de sus poemas. Por nuestra parte, nadie lo duda.

Después de la lectura, llegó el momento de asimilar el hecho de que algunos compañeros, poetas, se marchaban ya, a primera hora de la tarde o de inmediato. Comenzaron a verse las primeras despedidas, los primeros abrazos e intercambios de direcciones de correo electrónico y números de teléfono. Pero al hombre del paraguas aun le quedaba el último asalto y las horas estaban contadas...


Galatea

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