Ahora, que cada vez son más los novelistas los que ponen títulos poéticos y los poetas los que optan por lo más prosaico, Carlos Marzal y Almudena Grandes se reunían en la terraza del Museo Arqueológico para debatir lo que desde dentro o desde fuera quedaba de la poesía en Córdoba cuando el sol achucha. A pesar del calor, que se incrementaba aún más bajo los toldos y sombrillas y que no parecía calmarse ni a base de agua o abanico, la terraza estaba llena. Estaban los lectores, los poetas, los periodistas, la organización... Todos allí reunidos a las 6 de la tarde apenas para llevarse después de vuelta a casa una lección sobre buena literatura.
Carlos Marzal nos recordó que a los lectores les gusta leer de la misma manera que a los escritores les gusta escribir. Precisó que, en cuanto a la obra de Almudena Grandes, cabría hablar más de público, pero que los poetas, antes que público, tenían lectores. "Los lectores son unos resistentes", sentenció Almudena e invitó a los escritores a hacerles de vez en cuando un homenaje a los lectores, que son quienes posibilitan a un escritor gozar de la libertad para escribir lo que quiera escribir, porque sus lectores (o su público) actúan como un aval. "Los lectores son la libertad del escritor", prosiguió Almudena. Los lectores la sostienen. Sin embargo, a la hora de escribir, tanto Carlos como Almudena coinciden en que los únicos lectores son ellos, el propio escritor. Uno escribe para sí, para escribir libros que le gustaría leer.
Almudena Grandes, que siente que lo que la convierte en una escritora afortunada son sus lectores, comenta lo difícil y arduo que es llegar a conseguir ese fenómeno que mantiene viva la literatura y que se traduce en hacer sentir al lector que el libro está hablando directamente de él, hacer sentir al lector que el libro habla de su propia vida, y, para ello, hace falta ser honesto y tener suerte.
Cuando les preguntaron a ambos acerca de la capacidad o fuerza del escritor para intervenir en la realidad, se rieron y lo negaron. Tan sólo los mercados y los medios intervienen en la realidad. Los escritores, los poetas, dejan libros. Algunos de ellos entran a formar parte de esa serie de libros (únicos para nosotros) que nos han hecho lectores. Pero la vida, según Carlos, es ciencia ficción. "Todo es experiencia", dice a propósito de la llamada poesía de la experiencia.
Fue una charla animada, una charla de amigos, llena de bromas -también de grandes frases-, salpicada de cuando en cuando por alguna pregunta tímida por parte del presentador, que parecía no saber muy bien como situarse en medio de ese fluir de anécdotas y risas, que estuvo poco acertado en sus intervenciones, al que le devoró un poco la presencia de un Carlos Marzal y una Almudena Grandes dispuestos a realizar un acto de amor y fe para con sus lectores.
Una vez finalizó el acto, Almudena corrió a cuidar a su público. Firmó libros. Carlos saludó a los amigos.
Más tarde, Almudena y Carlos se tomaban una copa en la otra terraza, la de a ras del suelo, delante del Museo Arqueológico. Creo recordar que Almudena bebía un tinto de verano La Casera y que me llamó la atención. Me contó acerca de su viaje en coche camino de Córdoba, escuchando la radio. Los dejé allí, justo cuando comenzaba a dejar de apretar el calor. Les invité a disfrutar de la ciudad.
Galatea
Carlos Marzal nos recordó que a los lectores les gusta leer de la misma manera que a los escritores les gusta escribir. Precisó que, en cuanto a la obra de Almudena Grandes, cabría hablar más de público, pero que los poetas, antes que público, tenían lectores. "Los lectores son unos resistentes", sentenció Almudena e invitó a los escritores a hacerles de vez en cuando un homenaje a los lectores, que son quienes posibilitan a un escritor gozar de la libertad para escribir lo que quiera escribir, porque sus lectores (o su público) actúan como un aval. "Los lectores son la libertad del escritor", prosiguió Almudena. Los lectores la sostienen. Sin embargo, a la hora de escribir, tanto Carlos como Almudena coinciden en que los únicos lectores son ellos, el propio escritor. Uno escribe para sí, para escribir libros que le gustaría leer.
Almudena Grandes, que siente que lo que la convierte en una escritora afortunada son sus lectores, comenta lo difícil y arduo que es llegar a conseguir ese fenómeno que mantiene viva la literatura y que se traduce en hacer sentir al lector que el libro está hablando directamente de él, hacer sentir al lector que el libro habla de su propia vida, y, para ello, hace falta ser honesto y tener suerte.
Cuando les preguntaron a ambos acerca de la capacidad o fuerza del escritor para intervenir en la realidad, se rieron y lo negaron. Tan sólo los mercados y los medios intervienen en la realidad. Los escritores, los poetas, dejan libros. Algunos de ellos entran a formar parte de esa serie de libros (únicos para nosotros) que nos han hecho lectores. Pero la vida, según Carlos, es ciencia ficción. "Todo es experiencia", dice a propósito de la llamada poesía de la experiencia.
Fue una charla animada, una charla de amigos, llena de bromas -también de grandes frases-, salpicada de cuando en cuando por alguna pregunta tímida por parte del presentador, que parecía no saber muy bien como situarse en medio de ese fluir de anécdotas y risas, que estuvo poco acertado en sus intervenciones, al que le devoró un poco la presencia de un Carlos Marzal y una Almudena Grandes dispuestos a realizar un acto de amor y fe para con sus lectores.
Una vez finalizó el acto, Almudena corrió a cuidar a su público. Firmó libros. Carlos saludó a los amigos.
Más tarde, Almudena y Carlos se tomaban una copa en la otra terraza, la de a ras del suelo, delante del Museo Arqueológico. Creo recordar que Almudena bebía un tinto de verano La Casera y que me llamó la atención. Me contó acerca de su viaje en coche camino de Córdoba, escuchando la radio. Los dejé allí, justo cuando comenzaba a dejar de apretar el calor. Les invité a disfrutar de la ciudad.
Galatea
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